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Alizares, azulejos que recuperan los colores originales de la Alhambra

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Desde su pequeño taller en la Alpujarra granadina, Fátima Quesada reivindica un trabajo manual donde el tiempo y el fuego son aliados necesarios para dar vida a figuras geométricas que respiran siglos de historia, arte y culturas

Por Pablo Vinuesa

En una de mis piezas se nota que le clavé una uña, a otra se le pegó un poco el color verde de la de al lado durante su paso por el horno y por eso lleva una pequeña mota”, explica Fátima Quesada, alma mater de Alizares, sobre un proceso “lento, que muestra huellas impresas tanto por la persona como por el accidente”. Su trabajo es una oda al amor por la belleza de las formas y por una técnica que, si se respetan los procesos, permite que un producto “cuente la eventualidad de lo que había pasado ese día: si hacía mucho viento, por ejemplo, el horno cocía de otra manera”.


Durante décadas se ha dedicado a investigar y descifrar los secretos que se esconden tras las geometrías y los colores más reconocibles de la Granada nazarí. Es la búsqueda de una herencia cultural que la emparenta, como Maestra del Tiempo, con esos maestros cerveceros de Cervezas Alhambra que hace casi cien años supieron darle valor al tiempo hasta conseguir el sabor único de Alhambra Reserva 1925. Como ellos, Quesada asume que “en un proceso artesanal nunca se van a controlar al cien por cien todos los factores, porque, como los azulejos cuando salen del horno, hay materiales que están literalmente vivos”.




Numerosos reconocimientos jalonan su trayectoria artística y profesional. En 2007 fue finalista en los Premios Nacionales de Artesanía, en la modalidad Innova, y desde 2011 cuenta con la Carta de Maestro Artesano concedida por la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía.


Pero, como si fuera reflejo de uno de sus intrincados mosaicos, su Graduado Superior en Cerámica por la Escuela Oficial de Madrid llegó, curiosamente, “al revés” de lo esperado. “Ya vivía en Granada y había caído presa de sus encantos”, reconoce, antes de volver a Madrid con el propósito de “convalidar conocimientos”, sacándose la titulación como alumna libre.


La sombra del Mulhacén y el embrujo de la Alpujarra granadina



Como a tantas culturas en siglos anteriores la belleza inigualable de Granada ya la había cautivado. En la Alpujarra estableció su primer “tallercillo” y, ya casi viviendo de su trabajo como ceramista y alfarera, es cuando surge “la curiosidad por saber qué hay que saber oficialmente”. Habla con pasión de algunos aspectos que hacen único a este lugar, “como estar en la ladera del Mulhacén, la montaña más alta de la Península, pero con vistas al mar y a África”. Su microclima produce una enorme “diversidad biológica” que, en los “apenas treinta kilómetros" que diferencian sus zonas alta y baja, “combinan desde el fruto tropical hasta los frutos de montaña”.


Pero la elección de Pitres como base de operaciones para Alizares no solo responde a su “amor por la naturaleza” o a los beneficios de “ese agua pura que baja desde el Mulhacén”. También influyó la extraordinaria “confluencia de personas de todo el mundo que fueron creando comunidad en la zona”.


La particular idiosincrasia de la Alpujarra le permitió “trabajar en talleres de recuperación de la arquitectura tradicional” o que el padre de Ángel Vera le enseñara a “construir hornos con técnicas de química cerámica. Recuerda un detalle que lo dice todo: en un pueblo de solo seiscientos habitantes convivía con un vecino japonés experto en porcelana.


Esta diversidad cultural, donde eran norma “la influencia y la aportación de muy diversas fuentes”, parece un sello histórico de la región. Porque su idiosincrasia, de hecho, no solo responde a la naturaleza, “también al trabajo del hombre, capaz de plantar viñas a dos mil metros de altura”. El acanalamiento de las montañas y ;el sistema de riego por acequias, que remiten a romanos y árabes, se estudia a día de hoy como una maravilla de la ingeniería. Generaciones tras generaciones de, a su modo Maestros del Tiempo que averiguaron que “si haces que el agua corra más lentamente, la llevarás más lejos”.


La Granada nazarí que se proyecta hacia el siglo XXI


Pero la apuesta firme de Alizares por los procesos lentos, sin prisa, dando tiempo al tiempo y dedicando a cada proceso la atención y energía que precisan, como hacen los maestros cerveceros con Alhambra Reserva 1925, no niega los beneficios de la tecnología si esta “no pervierte el producto”.

<p>“<em>En una de mis piezas se nota que le clavé una uña, a otra se le pegó un poco el color verde de la de al lado durante su paso por el horno y por eso lleva una pequeña mota</em>”, explica Fátima Quesada, alma mater de <a href="http://www.alizares.es/" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Alizares</a>, sobre un proceso “<em>lento, que muestra <strong>huellas impresas tanto por la persona como por el accidente</strong></em>”. Su trabajo es una oda al amor por la belleza de las formas y por una técnica que, si se respetan los procesos, permite que un producto “<em>cuente la eventualidad de lo que había pasado ese día: si hacía mucho viento, por ejemplo, el horno cocía de otra manera</em>”.</p>

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<p>Durante décadas se ha dedicado a investigar y descifrar los secretos que se esconden tras <strong>las geometrías y los colores más reconocibles de la Granada nazarí</strong>. Es la búsqueda de una herencia cultural que la emparenta, como <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/maestros-del-tiempo" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Maestra del Tiempo</a>, con esos maestros cerveceros de Cervezas Alhambra que hace casi cien años supieron darle valor al tiempo hasta conseguir el sabor único de <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/nuestras-cervezas/alhambra-reserva-1925" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Alhambra Reserva 1925</a>. Como ellos, Quesada asume que “<em>en un proceso artesanal nunca se van a controlar al cien por cien todos los factores, porque, como los azulejos cuando salen del horno, hay materiales que están literalmente vivos</em>”.</p>

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<p><span class="fr-video fr-dvb fr-draggable" contenteditable="false" draggable="true"><iframe width="100%" height="688" src="https://www.youtube.com/embed/LuupW4LwQUk" title="YouTube video player" frameborder="0" allowfullscreen=""></iframe></span>
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<p>Numerosos reconocimientos jalonan su trayectoria artística y profesional. En 2007 fue finalista en los Premios Nacionales de Artesanía, en la modalidad Innova, y <strong>desde 2011 cuenta con la Carta de Maestro Artesano</strong> concedida por la <a href="http://www.apple.com/es" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía</a>.</p>

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<p>Pero, como si fuera reflejo de uno de sus intrincados mosaicos, su Graduado Superior en Cerámica por la Escuela Oficial de Madrid llegó, curiosamente, “<em><strong>al revés</strong></em><strong>” de lo esperado</strong>. “<em>Ya vivía en Granada y había caído presa de sus encantos</em>”, reconoce, antes de volver a Madrid con el propósito de “<em>convalidar conocimientos</em>”, sacándose la titulación como alumna libre.</p>

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<h2 style="text-align: center;"><strong>La sombra del Mulhacén y el embrujo de la Alpujarra granadina</strong></h2>

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<p>Como a tantas culturas en siglos anteriores <strong>la belleza inigualable de Granada ya la había cautivado</strong>. En la Alpujarra estableció su primer “<em>tallercillo</em>” y, ya casi viviendo de su trabajo como ceramista y alfarera, es cuando surge “<em>la curiosidad por saber qué hay que saber oficialmente</em>”. <strong>Habla con pasión de algunos aspectos que hacen único a este lugar</strong>, “<em>como estar en la ladera del Mulhacén, la montaña más alta de la Península, pero con vistas al mar y a África</em>”. Su microclima produce una enorme “<em>diversidad biológica” que, en los “apenas treinta kilómetros</em>" que diferencian sus zonas alta y baja, “<em>combinan desde el fruto tropical hasta los frutos de montaña</em>”.</p>

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<p>Pero la elección de Pitres como base de operaciones para Alizares no solo responde a su “<em>amor por la naturaleza</em>” o a los beneficios de&nbsp;“<em>ese agua pura que baja desde el Mulhacén</em>”. También influyó la extraordinaria “<em>confluencia de <strong>personas de todo el mundo que fueron creando comunidad en la zona</strong></em>”.</p>

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<p>La particular idiosincrasia de la Alpujarra le permitió “<em>trabajar en talleres de recuperación de la arquitectura tradicional</em>” o que el padre de<a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/mirador/cultura/angel-vera-maestro-ceramista-cuando-ciencia-y-artesania-se-ponen-disposicion-del-tiempo" rel="noopener noreferrer" target="_blank">&nbsp;Ángel Vera</a> <strong>le enseñara a “<em>construir hornos con técnicas de química cerámica</em>”</strong>. Recuerda un detalle que lo dice todo: en un pueblo de solo seiscientos habitantes convivía con un vecino japonés experto en porcelana.</p>

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<p>Esta diversidad cultural, donde eran norma “<em>la influencia y la aportación de muy diversas fuentes</em>”, parece un sello histórico de la región. Porque su idiosincrasia, de hecho, no solo responde a la naturaleza, “<em>también al trabajo del hombre, capaz de plantar viñas a dos mil metros de altura</em>”. El acanalamiento de las montañas y ;<strong>el sistema de riego por acequias, que remiten a romanos y árabes</strong>, se estudia a día de hoy como una maravilla de la ingeniería. Generaciones tras generaciones de, a su modo <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/maestros-del-tiempo" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Maestros del Tiempo</a> que averiguaron que “<em>si haces que el agua corra más lentamente, la llevarás más lejos</em>”.</p>

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<p>Pero <strong>la apuesta firme de Alizares por los procesos lentos</strong>, <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/mirador/cultura/sin-prisa-asi-rinde-homenaje-alhambra-reserva-1925-a-todos-los-maestros-artesanos" rel="noopener noreferrer" target="_blank">sin prisa</a>, dando tiempo al tiempo y dedicando a cada proceso la atención y energía que precisan, como hacen los maestros cerveceros con <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/nuestras-cervezas/alhambra-reserva-1925" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Alhambra Reserva 1925</a>, no niega los beneficios de la tecnología si esta “<em>no pervierte el producto</em>”.</p> <p>“<em>En una de mis piezas se nota que le clavé una uña, a otra se le pegó un poco el color verde de la de al lado durante su paso por el horno y por eso lleva una pequeña mota</em>”, explica Fátima Quesada, alma mater de <a href="http://www.alizares.es/" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Alizares</a>, sobre un proceso “<em>lento, que muestra <strong>huellas impresas tanto por la persona como por el accidente</strong></em>”. Su trabajo es una oda al amor por la belleza de las formas y por una técnica que, si se respetan los procesos, permite que un producto “<em>cuente la eventualidad de lo que había pasado ese día: si hacía mucho viento, por ejemplo, el horno cocía de otra manera</em>”.</p>

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<p>Durante décadas se ha dedicado a investigar y descifrar los secretos que se esconden tras <strong>las geometrías y los colores más reconocibles de la Granada nazarí</strong>. Es la búsqueda de una herencia cultural que la emparenta, como <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/maestros-del-tiempo" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Maestra del Tiempo</a>, con esos maestros cerveceros de Cervezas Alhambra que hace casi cien años supieron darle valor al tiempo hasta conseguir el sabor único de <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/nuestras-cervezas/alhambra-reserva-1925" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Alhambra Reserva 1925</a>. Como ellos, Quesada asume que “<em>en un proceso artesanal nunca se van a controlar al cien por cien todos los factores, porque, como los azulejos cuando salen del horno, hay materiales que están literalmente vivos</em>”.</p>

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<h2 style="text-align: center;"><strong>La sombra del Mulhacén y el embrujo de la Alpujarra granadina</strong></h2>

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<p>La particular idiosincrasia de la Alpujarra le permitió “<em>trabajar en talleres de recuperación de la arquitectura tradicional</em>” o que el padre de<a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/mirador/cultura/angel-vera-maestro-ceramista-cuando-ciencia-y-artesania-se-ponen-disposicion-del-tiempo" rel="noopener noreferrer" target="_blank">&nbsp;Ángel Vera</a> <strong>le enseñara a “<em>construir hornos con técnicas de química cerámica</em>”</strong>. Recuerda un detalle que lo dice todo: en un pueblo de solo seiscientos habitantes convivía con un vecino japonés experto en porcelana.</p>

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<p>Esta diversidad cultural, donde eran norma “<em>la influencia y la aportación de muy diversas fuentes</em>”, parece un sello histórico de la región. Porque su idiosincrasia, de hecho, no solo responde a la naturaleza, “<em>también al trabajo del hombre, capaz de plantar viñas a dos mil metros de altura</em>”. El acanalamiento de las montañas y ;<strong>el sistema de riego por acequias, que remiten a romanos y árabes</strong>, se estudia a día de hoy como una maravilla de la ingeniería. Generaciones tras generaciones de, a su modo <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/maestros-del-tiempo" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Maestros del Tiempo</a> que averiguaron que “<em>si haces que el agua corra más lentamente, la llevarás más lejos</em>”.</p>

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<p>Pero <strong>la apuesta firme de Alizares por los procesos lentos</strong>, <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/mirador/cultura/sin-prisa-asi-rinde-homenaje-alhambra-reserva-1925-a-todos-los-maestros-artesanos" rel="noopener noreferrer" target="_blank">sin prisa</a>, dando tiempo al tiempo y dedicando a cada proceso la atención y energía que precisan, como hacen los maestros cerveceros con <a href="https://www.alhambra.dev.es3digital.com/es/nuestras-cervezas/alhambra-reserva-1925" rel="noopener noreferrer" target="_blank">Alhambra Reserva 1925</a>, no niega los beneficios de la tecnología si esta “<em>no pervierte el producto</em>”.</p>

Fátima lo explica gracias a una aparente contradicción: “Yo estaba interesada en rescatar esa belleza de los alicatados que ya no encontraba en el siglo XX, pero la verdad es que si el final de ese siglo no lo hubiera protagonizado el auge de lo digital me hubiera sido imposible materializar mi idea”. Los proyectos personalizados que tenía en la cabeza llegaron a buen puerto, precisamente, por usar “aplicaciones informáticas en vez de dibujos a mano, con escuadra y cartabón.


Hay más ejemplos, como “las plantillas para las figuras geométricas”, que también se diseñan por ordenador y se mandan a una empresa de corte láser. Se trata, al fin y al cabo, de saber “utilizar los recursos disponibles para encontrar las herramientas adecuadas y agilizar ciertos procesos”. De unir, a su particular manera, artesanía y contemporaneidad.


Otro factor relacionado de manera inevitable con la época es su instinto para descubrir cómo encajar una tradición ancestral con los gustos actuales. Afortunadamente, fue “empezar a tener el producto a la vista” y darse cuenta de que “gusta a todo el mundo”. Las razones de esta aceptación global del azulejo son, razona, “su colorido y la complejidad del diseño geométrico”.


Obviamente no se puede tener la misma profusión de colores que ves en la Alhambra en un piso del barrio de Salamanca”, matiza, pero le resulta innegable que “a la gente le guste el color; que necesite el color”. Siempre habrá matices culturales y no niega que haya quien “pueda apreciarlo doblemente por saber qué trabajo esconde”, pero subraya que sus piezas “hablan por sí mismas”.


Tras superar “una época donde parecía que lo artesano estaba un poco roto”, ya no cree necesario convencer de que “es lo excepcionalmente bueno, como un zapato hecho a mano, un vino artesanal” o una cerveza de fermentación lenta y lúpulo seleccionado. Casos, todos, donde el tiempo es ingrediente clave.

  • El tiempo, a fuego lento

    Si los romanos aportaron temas figurativos al revestimiento cerámico y los árabes apostaron por opciones más simbólicas, podemos marcar una serie de eslabones en el tiempo que nos llevan desde Pitágoras hasta Alizares. Como explica Fátima, “ese juego geométrico que venía de los antiguos griegos y luego se recogía en el Renacimiento te sumerge en el conocimiento”.


    Es un legado que está marcado a fuego lento en su alicatado. Por eso le resulta tan complicado responder a la pregunta de cuánto tarda en crear sus piezas. Lo define como un proceso “muy variado” que incluye etapas de secado, horno, cocción, enfriamiento y vuelta a empezar.

  • El tiempo, a fuego lento

Si hablamos de un metro cuadrado”, concede, “puede llevar dos o tres semanas, desde que empiezas con una pella de barro a preparar las piezas”. No hay que olvidar que entre sus tareas también se incluye “proyectar decoraciones, mandar presentaciones para visualizar y elegir colores o el premontaje y posterior colocación”. Así es un trabajo donde ese metro cuadrado citado anteriormente puede contener “doscientas o tres mil piezas”, dependiendo de la complejidad del diseño. En todos los casos, eso sí, lo que termina en la pared del cliente ha pasado por sus manos “innumerables veces”.


Antes de que eso ocurra hay auténticos procesos de disfrute del trabajo artesanal, como “cuando diseñas o estás tocando el barro”, y también “fases de sufrimiento y hasta un poco de tortura, como cuando te asomas al horno para comprobar los colores”. Tarea titánica la de “querer meter en cintura a una materia”, que la hace sentirse en sintonía con el proceso creativo de tantos Maestros del Tiempo, sean estos artesanos, “músicos o escritores”.


Sus manos se afanan en trabajar el talento sin prisa, hasta “ver el resultado final y darse cuenta de lo bonito que ha salido”. El placer de contribuir a la creación contemporánea manteniendo vivo el legado de la Granada más ancestral.

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