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Hablemos de autoficción o por qué este ¿subgénero literario? invade las estanterías
A caballo entre estilos más consagrados se mueve la autoficción, para cuya definición hay especialistas que aluden a un ‘pacto ambiguo’ entre creador y lector. ¿En qué consiste y por qué ha causado una verdadera conmoción en el mundo literario? Te contamos su historia y presentamos obras y editoriales relevantes
En los últimos años los escaparates de las librerías se han ido llenando de novedades de un subgénero que parece haber cogido al sector a pierna cambiada. Contra la autoficción han surgido voces críticas, aunque otros autores la defienden sin ambages y el público ha respondido muy positivamente.
¿Qué es la autoficción, el subgénero del ‘pacto ambiguo’?
Puede que el término autoficción suene a algo muy reciente, pero la primera vez que se usó este neologismo fue en 1977, cuando el novelista y crítico literario Serge Doubrovsky lo utilizó para definir el estilo de su obra ‘Hijos’. Para el autor francés, describía un trabajo con tintes autobiográficos, en el sentido de presuponer su veracidad, pero con estructura novelada.
De esta manera, quien escribe una obra de autoficción se basa en su visión de la realidad y se erige en protagonista de la misma, aunque escape de la autobiografía clásica al permitirse ciertas libertades que podrían asemejarse a recursos propios de la ficción. Es la razón principal de que este subgénero propicie un ‘pacto ambiguo’ entre creador y lector.
Hay teóricos, como Vincent Colonna, que incluso han aportado una clasificación dentro del subgénero, donde lo más habitual sería la autoficción biográfica, en la que predominan hechos creíbles, pero no enteramente reales. Según la posición del autor con respecto a su propia trama también podríamos hablar de autoficciones fantásticas, especulares o intrusivas.
Autores y autoras pioneros: las voces que definieron la autoficción
Curiosamente, otras dos de las obras que siempre suelen citarse para comprender la autoficción de manera sencilla fueron publicadas con una diferencia de meses con respecto al trabajo de Doubrovsky. Dos libros tan reconocidos como ‘La tía Julia y el escribidor’ (1977), de Mario Vargas Llosa, y ‘El cuarto de atrás’ (1978), de Carmen Martín Gaite, se podrían adscribir a ella sin problemas.
Aunque parezca una concepción contemporánea, la autoficción ha servido para aportar mayor sentido al estudio de clásicos como ‘La divina comedia’, de Dante Alighieri, cuyo manuscrito original fue impreso por vez primera en 1472. De ahí podemos saltar hasta 2022, donde el Premio Nobel de Literatura justificaría la obra de Annie Ernaux, otra de las referencias habituales del estilo.
Hay otro autor internacional con una obra de sobrado prestigio que se ajustaría perfectamente a la definición: el estadounidense Philip Roth. Y en España, novelistas tan venerados como Javier Marías, con títulos como ‘Todas las almas’ o ‘Negra espalda del tiempo’, y Enrique Vila-Matas, con ‘París no se acaba nunca’, han propuesto ‘autoficciones’ de un disfrute incomparable.
Obras emblemáticas de autoficción: títulos recomendados para iniciarse
Si hubiera que elegir a un rey en los dominios de la autoficción, ese sería sin duda el noruego Karl Ove Knausgård. Considerado en su país como el heredero de Henrik Ibsen, por la complejidad y densidad de su obra ha sido comparado también con Marcel Proust. Su saga ‘Mi lucha’, dividida en seis libros para un total de más de 3.500 páginas, ha sido tan exitosa como controvertida.
En nuestro país también hay muchos escritores a los que se podría incluir en el lineal de autoficción, por ejemplo, Luis Landero con sus libros ‘El balcón en invierno’ y ‘La huerta de Emerson’, en muchos sentidos autobiográficos. Otros autores, más jóvenes pero también laureados serían Luisgé Martín (‘El amor del revés’) o Miguel Ángel Oeste (‘Vengo de ese miedo’).
Más recomendaciones de la crítica especializada son ‘Un ojo de cristal’, de la escritora vizcaína Miren Agur Meabe, ‘Cambiar de idea’, de la bilbaína Aixa de la Cruz, y ‘También esto pasará’, de la barcelonesa Milena Busquets. También innovan con la autoficción en español la colombiana Piedad Bonnett (‘Lo que no tiene nombre’) y la chilena Nona Fernández (‘La dimensión desconocida’).
El impacto de la autoficción en el mundo literario
La predominancia de autoras es llamativa y resulta un argumento habitual para validar el subgénero ante cualquier controversia. Sus defensores alegan que está sirviendo como herramienta para que muchas escritoras, de Vivian Gornick a Elizabeth Duval, pasando por Lucía Baskaran, desarrollen mundos personales que en otras épocas probablemente no habrían sido publicados.
Los detractores esgrimen otras razones, como que el énfasis continuo en el ‘yo’ derivará en generaciones de autores ensimismados y un panorama donde la ficción pase a un segundo plano. Este supuesto exceso de individualidad, denuncian, respondería a una época vertiginosa y desconectada de lo colectivo, también a niveles sociales y políticos.
El propio Vila-Matas asumió sin embargo que “todas las novelas son autoficción, incluso la Biblia”. Que la identificación del lector con el narrador funciona queda certificado por el interés de grandes editoriales como Anagrama, Tusquets, Alfaguara y Ediciones B. Y además ha propiciado la creación de nuevas plataformas, en ocasiones cercanas a la autoedición o la coedición, como Ediciones Sigilo, Anfibia Editorial o Vinilo Editora.
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