Un espacio que capta la esencia de Valencia en singulares y delicados objetos que van más allá de los clásicos recuerdos de viajes
Por Lorena Papí
Hay hábitos que requieren tiempo, dedicación. Que, precisamente por ello, parecen destinados a sucumbir a este ritmo vertiginoso al que se mueve el mundo.
Si no fuera porque existen románticos como Adolfo López dispuestos a rescatar esas viejas costumbres; a quitarles el polvo y devolverlas al presente, transformadas en algo nuevo. Es lo que ha hecho —junto a su socio, el ilustrador y diseñador David Van Der Veen— por ese gesto en desuso de enviar postales y comprar “recuerdos típicos” en el destino vacacional. Pero también por esos objetos perfectos para regalo, aunque seas de Valencia.
El resultado es La Postalera, una de esas tiendas de las que es imposible no enamorarse, disfrutando de todos los hallazgos: “postales, recuerdos y souvenirs que cuentan historias”.
Así nació La Postalera: su historia
Adolfo no nació en Valencia, pero ha sabido captar su esencia: su luz, sus colores, sus señas de identidad cultural... Su manera de vivir. Fueron años cruzándose cada día con los turistas en El Carmen (donde se ubican sus dos tiendas físicas) los que le inspiraron.
Quería ofrecer al visitante algo distinto, con lo que pudiera llevarse Valencia con él. Pero que se distinguiera de esos objetos impersonales, en los que solo el nombre de la ciudad es el protagonista.
La postal ilustrada fue la chispa que prendió la mecha de la creatividad. Se iniciaron vendiendo a las tiendas los primeros diseños que ilustraba David, mientras continuaban con su profesión de fotógrafo y diseñador.
Hasta que se decidieron —en 2019— a crear un espacio para ellas. Hoy, los expositores de postales de La Postalera son casi museos de la ilustración. Reúnen a numerosos artistas que aportan su visión de Valencia, hecha dibujo. Que trabajan sobre la identidad de la ciudad a partir de los elementos que la definen.
“Lo que buscamos es un estilo tan personal que sea el que marque la postal. Puede ser salvaje e incluso feo, pero al mismo tiempo encantador. Lo importante es que tenga una personalidad muy marcada dentro de su propia línea”.
Así explica Adolfo el hilo conductor que consigue que más de 150 diseños distintos mantengan una continuidad. Gracias a una paleta de colores alegre y a unas ilustraciones que juegan con lugares comunes: las naranjas, la paella, las fallas, las torres de Serrano, los murciélagos, la finca roja, el cauce del Turia, la “luna de Valencia”.
Que consiguen darle una vuelta de tuerca a lo típico, a partir del tópico.
“La idea”, continúa Adolfo, “es reflotar algo que parece completamente obsoleto. Coger un concepto casi muerto y darle la vuelta. La gente no quiere comprar una foto: la hace con el móvil. Quiere el dibujo, que es más inalcanzable”.
Valencia en mil y un objetos: lo que se puede encontrar en La Postalera
La postal fue el principio. Una idea sencilla pero brillante sobre la que construyeron su concepto y su leitmotiv: devolverle el esplendor al souvenir. Solo había que liberarlo de esos clichés que lo encorsetaban. Dar con esos objetos en los que artesanía y diseño maridasen armoniosamente.
Cerámica y artesanía
Traer al presente el objeto típico valenciano pasa por recuperar un oficio tan arraigado en la zona como la cerámica. Pero solo aquella que aporte algo diferente. “No rescatamos de antaño, como Simple, sino eligiendo obras de artistas contemporáneos que hacen cosas alegres”.
Por eso, en La Postalera pueden encontrarse los voluptuosos jarrones de Mirlo Blanco, las fantasías galácticas inspiradas en las constelaciones de Jorge Montalvo y los famosos peces del ceramista japonés afincado en El Cabanyal, Takashi Matsuo. Pero también esas típicas golondrinas que se han hecho toda la vida en Manises y que son seña de identidad de la antigua casa valenciana. Porque, pese a su sencillez, aportan alegría y color.
Es en este apoyo al artista local y nacional —expandieron fronteras buscando trabajos que casaran con su concepto— donde se cruzan los caminos de La Postalera y Cervezas Alhambra. “Hay muchas ventas que no son nuestras, sino de los artistas. Pero como nos gustan, los defendemos”, dice Adolfo con orgullo.
La firma cervecera granadina, que lleva en su ADN el fomento del arte y el diseño, también cuenta con su escaparate de talentos emergentes. Una plataforma, crear/sin/prisa, impulsada por Cervezas Alhambra para, como Adolfo, apoyar y defender a esos artistas que aman experimentar con la artesanía.
Como la firma valenciana que realiza espectaculares lámparas de colores a partir de cuerdas. O la gallega Sonia De Gerónimo, que trenza algodón para crear floreros únicos.
Textiles
Bolsos, mochilas, neceseres, tote bags… Repiten el éxito de algunos de sus diseños de postales. Y se alían con otros talentos: el de David, investigando hasta dar con el diseño para crear el prototipo, en función del material. Y el de la costurera de Valencia que cose a mano cada uno de estos objetos, con un acabado perfecto.
Con esmero y dedicación, como bien saben los maestros cerveceros de Cervezas Alhambra. Porque nada que merezca la pena puede hacerse deprisa.
Útiles de cocina
Desde delantales hasta exprimidores, pasando por platos pintados a mano y un particular menaje inspirado en la huerta levantina, de Francesco Sillitti.
Valencia, eternamente presente en cada objeto.
Para los más pequeños
Satisfacer al turista implica hacer de su visita algo agradable. Que pueda descansar en el hotel o tomarse una pausa para disfrutar de una Alhambra Lager Singular recién tirada, mientras los niños se entretienen con un mapa de Valencia para colorear, es otra genialidad de Adolfo. O con los juguetes de una firma barcelonesa, que contrata a artistas diferentes para cada juego, ilustrado a partir de un concepto. O construyendo en origami una de las seis aves más típicas de la zona.
La lista no termina: láminas, marcapáginas, cuadernos, tazas, pendientes, peluches, baberos o los sempiternos imanes.
Por eso, las prisas se quedan atrás cuando se traspasan las puertas de La Postalera. Para poder conocer la historia de cada objeto, que a Adolfo le encanta explicar.
Él también se toma su tiempo para contagiar su pasión. Por eso ha conseguido darle al souvenir una nueva personalidad. El tiempo que dedica a encontrarlos y reunirlos y a explicar sus bondades es el mismo que se precisa para apreciar el trabajo bien hecho.
Como ocurre al saborear las variedades de Cervezas Alhambra. Se necesita de ese sexto sentido llamado tiempo, para que el resto —las manos, los ojos— hablen, como reza su manifiesto.
La experiencia se completa en el área para escribir postales. Unos puestos acogedores con mesas en las que los visitantes, algunos por primera vez en su vida, hacen una pausa en su viaje. Donde pierden la prisa para disfrutar de esas horas que no vienen marcadas por el reloj. Que se diluyen en vivencias, volcadas en un recuadro.
Y enviarlas a su destino, con la energía captada en unos locales alegres, luminosos y llenos de color. Porque pueden comprar el sello y depositarlas en los buzones que hay en la tienda. De estilo retro, en coherencia con esa idea romántica de fomentar la escritura a mano, ahora que las fotos en Instagram y los mensajes sustituyen a las postales.
Si por algo se distingue La Postalera de la clásica tienda de objetos típicos es por las sensaciones que consigue provocar. Es su esencia. “La sensación que tienes en esta tienda se corresponde mucho con lo que te llevas. Es parte del envoltorio. Entras aquí y tienes alegría y color. Sensación de felicidad”.
Compartir