Creadores - Cultura
‘Tradere’, cuando la danza reflexiona sobre la tradición más arraigada
Tras su paso por más de 40 escenarios, ‘Tradere’ prosigue su camino con una propuesta que compagina movimiento, palabra y música en directo. La artífice que está detrás de esta propuesta se llama Laia Santanach y lleva años inmersa en un interesante trabajo de investigación sobre danza, ritual y riesgo.
La tradición desde lo contemporáneo, los límites del cuerpo a partir del riesgo y la pausa como privilegio de la creación. Cuando Laia Santanach comenzó a interesarse por las danzas tradicionales de Cataluña, probablemente no imaginaba el amplio campo de inspiración que encontraría para su labor como creadora.
“Es la segunda parte de una trilogía donde el concepto de la tradición y los rituales son el principal tema de investigación”, explica la artista. Fue este el germen de un viaje titulado Tradere, que desde 2022 lleva girando por festivales y escenarios independientes nacionales e internacionales. En escena, hasta cinco intérpretes elevan el papel del folklore desde su lado más físico y ceremonial, con una propuesta que compagina danza, palabra y música.
Todo un cruce de caminos entre generaciones, culturas y nuevas formas de contar el relato que ha abierto un sinfín de posibilidades para Santanach y su equipo. Tradere es la acepción en latín de la palabra ‘entrega’; y entrega es lo que encontrará el público que tenga la oportunidad de presenciar esta pieza.
Tradere, el cuerpo al servicio del rito
La historia de Laia Santanach y Tradere se remonta a un compendio de esfuerzos y casualidades. La artista, que actualmente ejerce como coreógrafa, bailarina y pedagoga, lleva más de 14 años dedicando su cuerpo y su creatividad a las artes escénicas. “Todo empezó en 2018, cuando monté la compañía y creé la propuesta ÀER, que investigaba sobre la danza tradicional catalana del contrapás, con la que obtuve el Premio Delfí Colomé”, detalla la creadora. “Me quedé con muchas ganas de continuar ahondando en los conceptos de tradición, porque guardan relación con identificar un territorio, crear espacios de prácticas colectivas y, en definitiva, con desarrollar comunidad”, continúa.
Y lo que comenzó como un estudio sobre un baile tradicional concreto, poco a poco fue abriéndose hacia nuevos conceptos relacionados. “Investigamos sobre prácticas que no tenían por qué ser danzas tradicionales, sino que eran representaciones donde el cuerpo era la principal herramienta de exposición”, cuenta Santanach. “Estuvimos pensando mucho sobre las tradiciones que ponen en riesgo el cuerpo para identificarse en un territorio. Tienen una cosa en común, que es la rendición o la entrega total. Por ejemplo, los castellers comprometen su cuerpo al hacer sus características torres humanas”, relata.
De hecho, a raíz de este concepto apareció el nombre Tradere. “Se entrega el cuerpo, se entrega el alma. Es hacer algo, pero sin pensar demasiado”, matiza Santanach.
La inspiración: un viaje repleto de tradiciones
Durante su conversión en lo que es hoy, Tradere ha pasado por diversas fases. La pieza primero tomó forma como proyecto de videodanza, pero un año después llegó a la escena y se estrenó en el emblemático Mercat de les Flors, en Barcelona. Desde ese primer momento, ya muchos pudieron desgranar las referencias folklóricas que traía la compañía de Laia Santanach a sus espaldas.
“Además de los castellers, nos inspiramos en la piña, que es la parte de abajo de la torre, donde se junta toda la gente para poder subirse a la cima. También hemos introducido el salto del Colacho, que es una práctica en la que se colocan bebés en el suelo y unas personas vestidas de demonios saltan por encima de ellos”, narra la artista.
Incluso, algunas de esas prácticas reflejadas en Tradere llegan desde culturas extranjeras. “Está también la tradición del queso rodante de Inglaterra, que representamos con el bombo; o una carrera en Finlandia, donde se coloca un muñeco en la espalda de un hombre y este se pone a correr, que nos lleva al concepto de la carrera y los obstáculos entre hombre y mujer”, especifica Santanach. “Todas tienen que ver con la autoflagelación y esa dualidad entre placer y dolor”, añade.
Y con todas estas referencias, Tradere ha vivido un viaje que ha llevado a la compañía, en cuestión de año y medio, por más de 40 escenarios de todo el país (y por otros destinos, como el sur de Francia o Isla Reunión). Es más, mientras Santanach trabaja ya en la tercera parte de esta trilogía, también está previsto que la pieza pase por Madrid y diversos puntos de Cataluña.
Pausa para enriquecer la creación
El trabajo escénico es también una labor artesana, especialmente en circuitos independientes. Y en una pieza tan ligada a la tradición, Laia Santanach guarda una visión similar a la de Cervezas Alhambra y su filosofía de creación sin prisa. “No sé si es coincidencia, pero es verdad que me gusta trabajar con mucho tiempo. Para Tradere realizamos diferentes residencias en espacios nacionales e internacionales”, aclara, “y esto hace que se dilate la creación y que se trabaje de manera discontinua”.
Sin embargo, la coreógrafa ha aprendido a utilizar esas pausas durante el proceso para hacer que florezca su labor. “De repente estamos un mes trabajando, luego estamos un mes parados y volvemos a retomarlo. Esto me permite reflexionar sobre lo que quiero hacer y hacia dónde quiero ir. Para mí, no es una pausa real, sino que estos momentos con el equipo artístico o equipo técnico me ayudan a ampliar los deseos que se tienen en torno a la creación”, concluye.
Tradere no es solo un trabajo coreográfico, sino una excepción en su especie. Sobre todo en un panorama donde los ritmos de programación se han vuelto cada vez más rápidos y exigentes. “Creo que los tiempos de los circuitos y los tiempos de deseo de una creación no van tan ligados. Te tienes que adaptar y esto va configurando el resultado”, confiesa Santanach. Toda una muestra de resistencia para una trilogía que responde al sueño de conocer, velar y divulgar la tradición que un día tuvo la coreógrafa.
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