El concierto de Lori Meyers en el Wizink el pasado 30 de diciembre, patrocinado por Momentos Alhambra, vino precedido de una advertencia en redes.
Por Cervezas Alhambra
El 17 de diciembre, en su cuenta oficial de Instagram, la banda lanzaba la siguiente pregunta a sus seguidores: “¿Cantará Noni por primera vez y con las ganas que ahora tengo de f**llarte?”. El lenguaje de la calle, el del día a día, no deja en shock a nadie, pero otra cosa muy distinta es lanzar esos mismos mensajes desde una canción. Es 2024 y estamos acostumbrados a que el lenguaje cotidiano se cuele en las letras de casi todos los temas de música urbana, pero hubo un tiempo no tan lejano en el que esto mismo escandalizaba. Muchísimo. Y había gente que quería dejar 100% clara su oposición a ese tipo de mensajes, aunque los propios músicos le supieron dar la vuelta a todo aquello y convertirlo en un símbolo de rebeldía anti establishment. Hablamos del icónico distintivo ‘Parental Advisory Explicit Lyrics’. Y no, Noni sigue sin cantar la “parte divertida” de ‘Emborracharme’ en directo. El público, encantado, continúa haciéndolo por él.
Si eres usuario de Spotify habrás comprobado que algunas canciones van acompañadas de una pequeña E. Esto significa que la letra de ese tema contiene lenguaje ‘explicito’. Tacos, palabrotas, palabras malsonantes, expresiones vulgares… Llámalo como quieras. Pues bien, esta discretísima E de Spotify es la heredera directa de uno de los distintivos más polémicos e icónicos de la historia de la música, el famosísimo ‘Parental Advisory: Explicit Lyrics’. Una etiqueta que, cuando los formatos físicos imperaban en la música allá por la mítica década de los 80, ocupaba una buena parte de la portada para alertar a los padres de que sus hijos escuchaban canciones en las que se soltaban groserías, insultos y obscenidades. Aunque pueda parecernos increíble, antes del desembarco masivo del rap, el trap y todos los géneros que conviven dentro de la música urbana, las letras de las canciones ofendían y preocupaban enormemente a una gran parte de la sociedad.
Canciones inapropiadas, de acuerdo. ¿Pero inapropiadas para quién? El distintivo ‘Parental Advisory: Explicit Lyrics’ es una etiqueta que la Asociación de Industria Magnetofónica de América (RIAA) creó y colocó a partir de 1985 en literalmente miles de álbumes de todo tipo de artistas por contener lenguaje o contenido ofensivo y/o explícito. El evento que lo inició todo, el ‘disco cero’ por llamarlo de alguna manera, fue ‘Purple Rain’ de Prince. Corrían los ingenuos años 80 y Tipper Gore, la mujer del entonces senador Al Gore -se convirtió en vicepresidente en 1995- compró el disco como regalo para su hija. La portada no contenía ninguna imagen que le llevara a pensar que no fuese adecuado para una menor, pero a pesar de todo, dado que el cantante de Minneapolis tenía fama de ser un pelín lujurioso, decidió revisar por si acaso las letras de las canciones. Cuando llegó a ‘Darling Nikki’, una oda poco velada a la autosatisfacción, estalló la tormenta.
Absolutamente enfurecida, volvió a la tienda de discos, protestó por que aquel disco no contuviera ningún tipo de advertencia acerca de su contenido y exigió que le devolvieran el dinero, cosa que no sucedió porque el CD estaba abierto. La ira subió de nivel. Decidió organizarse y, en colaboración con un grupo de mujeres de la ciudad de Washington (entre las que figuraban la esposa del secretario del Tesoro de Ronald Reagan y la del presidente del consejo municipal de Washington), Tipper Gore promovió el Centro de Recursos Musicales para Padres, PMRC, con el objetivo de pedir explicaciones a los músicos. Más concretamente a artistas como Dee Snider, vocalista de Twisted Sister, al irreverente Frank Zappa y, contra todo pronóstico, a John Denver. Sí, el de las canciones melódicas country.
El asunto escaló rápidamente. Se celebraron audiencias ante el Comité del Senado para el Comercio, Ciencia y Transporte en las que las ‘esposas de Washington’ exigieron que la industria musical advirtiera a los padres del tipo de contenido que sus hijos consumían. También se elaboró una lista de 15 temas, las ‘filthy 15’, con las canciones más, a su entender, ofensivas. Ahí figuraban, entre otras, ‘Eat Me Alive’ de Judas Priest, ‘Sugar Walls’ de Sheena Easton o ‘We’re Not Gonna Take It’ de Twisted Sister.
Dee Snider, Frank Zappa y John Denver también estuvieron presentes en aquella audiencia. Zappa aseguró que las medidas planteadas infringían las leyes civiles y equivalían a “tratar la caspa con una decapitación”. Snider insistió en que sus letras estaban siendo malinterpretadas y que de ninguna manera incitaban a la violencia. Denver recordó que algunas emisoras de radio habían censurado su tema ‘Rocky Mountain High’ por considerar erróneamente que animaba al consumo de drogas y afirmó que el PRMC le recordaba a cierto régimen que promulgó la quema de libros en Alemania. En cualquier caso, lo más divertido de todo aquello fue que, para que los senadores supieran exactamente de qué se estaba hablando, por primera vez en la historia se escuchó rock y heavy metal en los altavoces del pleno del Senado.
Las audiencias se zanjaron con una especie de acuerdo. No habría censura, pero sí etiquetas impuestas por la PMRC. Algunos establecimientos se negaron a vender discos que llevaran el distintivo y, por el lado contrario, la demanda de discos etiquetados se disparó entre los jóvenes. El mítico ‘Straight Outta Compton’ de NWA, uno de los pilares de la cultura hip hop (y que obviamente se llevó una enorme etiqueta), fue uno de los álbumes más vendidos de la época. Los propios músicos supieron darle la vuelta al problema y convirtieron aquellos discos ‘marcados’ en objetos de culto. Los jóvenes se morían por saber qué era aquello que sus padres no querían que escucharan. Como diría Bart Simpson en aquellos mismos años, “¿para qué voy a gastar cinco pavos en un disco que no moleste a mi padre?”. La controversia se mantuvo, incluso se extendió a los videojuegos por las representaciones de violencia, el distintivo evolucionó hasta indicar “Parental Advisory: Explicit Content”, pero la irrupción de la difusión digital extinguió la llama de la indignación poco a poco.
El debate en torno a si es necesario etiquetar o no las canciones por su contenido lleva décadas sobre la mesa y aún no se ha solventado. Algunas emisoras de radio siguen salpicando de silencios los tramos más escabrosos de las canciones de reggaetón y Spotify incluso permite aplicar un filtro para que las canciones marcadas con la E queden fuera de nuestras búsquedas, pero da la sensación de que, como reza el dicho, es como tratar de poner puertas al campo. Muchos músicos se oponen a que su obra sea categorizada en función de su contenido lírico y defienden la necesidad de disfrutarla sin prejuicios ni ideas preconcebidas. ¿Y tú, qué opinas?
IMÁGENES | UNSPLASH
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