Todo comenzó en 1965. José Roberto Alves Freitas, que por aquel entonces tenía 10 años, se acercó a la tienda de su barrio en Sao Paulo y compró su primer disco: ‘Canta Para A Juventude’, de Roberto Carlos.
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Nadie le conocía aún como Zero Freitas, el apodo con el que ha alcanzado fama mundial dentro del mundo del coleccionismo, y, aunque había crecido rodeado de vinilos, no era consciente de que se convertiría en el dueño del mayor repertorio de álbumes de todo el planeta. Su pasión por reunir el mayor número de unidades de almacenamiento analógico de señales sonoras, discos de vinilo en lenguaje liso y llano, hace que resulte realmente difícil calcular cuántos ejemplares posee en la actualidad. Los expertos apuntan a que puede superar holgadamente los ocho millones, pero nadie, ni siquiera él, dispone de la cifra exacta. Sin embargo, la suya no es la única colección gigantesca de discos del planeta. La fascinación que despiertan estas joyas sonoras ha llevado a la discoteca de Radio France, a la Biblioteca Nacional de España o a particulares como Joe Bussard o Gilles Peterson a acumular decenas de miles de ejemplares.
Tras Roberto Carlos llegaron The Beatles, The Rolling Stones, Ray Charles, Frank Sinatra, Doris Day, Tony Bennet, los artistas del movimiento Tropicalia… Cuando terminó secundaria, Zero Freitas ya poseía más de 3.000 discos. El excéntrico coleccionista ha dedicado el último medio siglo a adquirir vinilos de forma compulsiva. Posee una flota de autobuses escolares en Brasil cuyos beneficios le permiten concentrar todos sus esfuerzos en su mayor afición. Conserva sus discos favoritos, unos 100.000, en su domicilio. Guarda otros 500.000 en un almacén ubicado al oeste de Sao Paulo. Se calcula que 5.000.000 más se almacenan en una vieja fábrica abandonada y existen varios almacenes más, diseminados por toda la ciudad, repletos de cajas llenas esperando ser catalogadas, ordenadas y clasificadas.
La mayor parte de los discos que recibe Freitas procede de los Estados Unidos. Cuando las tiendas de discos echan la persiana, él compra todo su stock. Ni siquiera se para a comprobar si hay ejemplares dañados o duplicados. Además, sus agentes participan en todas y cada una de las subastas reseñables de lotes de discos para adquirir regularmente nuevo material. Las cajas no dejan de apilarse en las naves industriales que va incorporando a su patrimonio, de manera que se ha visto en la necesidad de contratar un equipo de expertos que archiva, limpia, fotografía e indexa escrupulosamente cada disco. Se estima que, cada día, su colección aumenta en unas 500 unidades.
El santuario que está creando Freitas contiene tantos discos que, en la actualidad, serían necesarios más de 300 años para escuchar todas las grabaciones que acumula. Eso sin contar el tiempo que requeriría extraer cada disco de su funda, colocarlo sobre el plato y posar la aguja en el surco. Clasificarlos tampoco es tarea fácil. Los 15 especialistas que componen el equipo de archivistas son capaces de procesar unos 500 discos al día como máximo, por lo que serán necesarios más de 50 años para catalogar laos ejemplares que posee hoy en día, dejando al margen las nuevas compras.
Cuando se le pregunta por el motivo que le impulsa a seguir comprando más y más discos, alude a un recuerdo infantil: “Heredé de mi madre la pasión por disfrutar de los discos, de la música. Ella tenía 400 o 500”, explica.
La colección de Joe Bussard resulta mucho menos ecléctica e impactante que la de Freitas, pero es enormemente interesante. A lo largo de los años 50, 60 y 70, este amante de la música recorrió los Estados Unidos de América atesorando discos viejos de jazz, blues, bluegrass, gospel y country en vinilos de 78 rpm. La música anterior al rock and roll, una parte del legado de los EE. UU., recogido en rodajas de vinilo. En el sótano de su modesta casa conserva, ordenados y clasificados en estantes, unos 15.000 ejemplares. Los escucha regularmente. “Me gusta decir que los disfrutaré hasta morir”, señala este coleccionista amigo de otro célebre apasionado de los discos: el ex White Stripes Jack White.
El locutor de la BBC 6 Music, Gilles Peterson, compagina su faceta profesional con la propiedad del sello discográfico Brownswood, lo cual le ha permitido reunir una interesante cantidad de discos de vinilo, más de 30.000 según las últimas estimaciones. A diferencia de Freitas, elige con muchísimo cuidado cada pieza que suma a la colección y únicamente adquiere joyas y rarezas de calidad. “Lo que más disfruto en la vida es entrar en una tienda de discos sabiendo que tengo todo el día para revisar cosas”, reconoce. Cuestionado por el disco más difícil que ha adquirido a lo largo de su carrera, Peterson lo tiene claro: ‘Tam Tam Tam’ de José Prates.
La discoteca de Radio France también resulta descomunal, pero se encuentra muy por detrás de la del millonario brasileño. Ubicada en un hangar situado en las afueras de París, suma más de dos millones de ejemplares. Cuenta con piezas de enorme singularidad y con un buen número de referencias descatalogadas, absolutamente desconocidas para el gran público. El gran problema, nuevamente, es poner orden en el caos de referencias, por lo que sus responsables buscan constantemente financiación para digitalizarlo todo. Una de las vías para obtener fondos consiste, lamentablemente, en vender parte de su catálogo, como una rara copia de ‘Octopus’, de Syd Barret y otra de ‘Les Gens S’en Vont Dans Le Ciel’, de Gilbert Safrani, que fueron subastadas en 2015 por una importante suma de dinero.
El Servicio de Registros Sonoros de la Biblioteca Nacional de España cuenta con más de 300.000 discos de vinilo, una de las colecciones más grandes de Europa. Comenzó a formarse a finales de la década de los 50 gracias a la Ley de Depósito Legal de 1958, que asegura que al menos una grabación sea depositada en la Biblioteca para garantizar la conservación y el acceso de la ciudadanía al patrimonio sonoro. La gran mayoría de ejemplares ingresan en la Biblioteca por Depósito Legal, aunque también pueden llegar en forma de donativo, canje o compra. Para conocer el contenido de la colección de grabaciones sonoras de la BNE, se puede consultar a través de los enlaces disponibles en su página web. Todo un tesoro musical a un clic de distancia.
IMÁGENES | UNSPLASH
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