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Por María José Amengual
Las elevadas temperaturas de los meses de estío propician que no apetezca meterse en la cocina para elaborar complicadas recetas, por eso, platos como el salmorejo cordobés, un icono de la gastronomía andaluza que se degusta frío, son una elección con la que acertar seguro.
De tradiciones también saben, y mucho, los maestros cerveceros de Cervezas Alhambra, que crean su propio universo de indiscutible sabor respetando la tradición, el origen, empleando materias primas de primera calidad y mostrando un profundo respeto por el producto final. Porque la vida se disfruta plenamente cuando le dedicamos el tiempo necesario a lo que nos rodea, convirtiendo cada momento en una experiencia singular para los sentidos.
El hecho de que en verano solemos disponer de más tiempo del habitual es la excusa perfecta para visitar mercados locales en los que encontraremos productos de proximidad que nos ayudarán a ensalzar nuestras recetas.
Realizar esta tarea acompañados de nuestros hijos o sobrinos será la mejor forma de enseñarles a valorar nuestras tradiciones y productos, de la misma manera que lo vivimos en nuestra propia infancia. Los recuerdos del verano y sus pequeños y cotidianos rituales son tan imborrables como encantadores.
15 minutos
Muy fácil
Como delicioso plato veraniego, el salmorejo cordobés es perfecto para acompañar con una Alhambra Lager Singular, una cerveza equilibrada con un sabor único, caracterizado por un amargor suave, y con cuerpo, ideal para poder disfrutar en cualquier momento de la jornada, tanto en el aperitivo como a media tarde o en la comida.
Nada hay más apetitoso que, cuando aprieta el calor, degustar un menú frío y ligero como este. Un delicioso salmorejo elaborado con tomates de temporada y maridado con una Alhambra Lager Singular que ayudará a agudizar las notas afrutadas del salmorejo.
El salmorejo cordobés es una deliciosa crema espesa fría, muy adecuada para el verano por resultar muy refrescante. La receta tradicional lleva únicamente cuatro ingredientes: tomates, pan blanco, aceite de oliva virgen extra y sal y, como añadido excepcional, un diente de ajo. Todos estos ingredientes se machacan hasta obtener un resultado cremoso, pero sin grumos. Esta práctica de “majar” o triturar alimentos para hacerlos más comestibles era muy común ya en el Neolítico, por lo que realmente podríamos situar el origen del salmorejo en una época antiquísima.
El salmorejo no obtuvo su color rojizo característico hasta el siglo XV, cuando el tomate es introducido en España y se incorpora a esta crema como ingrediente, pues antes no lo llevaba. Desde sus orígenes, el salmorejo ha sido siempre un plato sencillo y humilde dentro de la gastronomía local; el huevo duro y el jamón serrano que se suelen añadir actualmente en la presentación no figuraban tampoco en la receta original. Un plato modesto, aunque también muy saludable y completo gracias a sus ingredientes.
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